miércoles, 24 de agosto de 2011

Eso es


Toulouse Lautrec


El amor, en cambio, es cuando no respiras, cuando es absurdo, cuando echas de menos, cuando es bonito aunque esté desafinado, cuando es locura...
Cuando sólo de pensar en verla con otro cruzarías a nado el océano.

domingo, 14 de agosto de 2011

Los más tristes

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, 
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.» 
El viento de la noche gira en el cielo y canta. 
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. 
La besé tantas veces bajo el cielo infinito. 
Ella me quiso, a veces yo también la quería. 
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. 
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. 
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. 
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 
La noche está estrellada y ella no está conmigo. 
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 
Como para acercarla mi mirada la busca. 
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. 
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. 
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. 
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. 
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. 
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. 
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, 
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

viernes, 12 de agosto de 2011

Y tenía razón...

-Oye, cuéntame lo de Mahler...- y su rostro se transfiguraba de la alegría, y es que aseguraba que había vivido en Viena antes de la guerra- cuando Viena todavía era Viena- y que había asistido al estreno de la cuarta sinfonía, que era su favorita -me encanta...- sobre todo el segundo movimiento, bueno, y el cuarto- ¡ y dirigida por el propio Gustav Mahler!- y que en aquellos años de preguerra había tenido la inmensa fortuna de verlo varias veces por la calle- una vez iba con el otro...con...¡eso, Richard Strauss!- y sonreía arrobada, como si lo tuviese delante...
Hubo un tiempo en que yo la importunaba hasta las lágrimas, como cuando le dije que Mahler era un acomplejado, que se había ido a Leyden para que Freud lo psicoanalizase y que, al parecer; tenía -fijación materna- y que ni siquiera hablaba bien, que no sabía pronunciar la erre.
En fin, eso se había acabado, había comprendido lo esencial: que no hay nada como una mentira bien contada e incluso, en casos de muy extrema necesidad, como una mal contada, una cualquiera, que nos engorde la vista. Y es que no podemos hablar más que de mentiras, o de la verdad por exclusión.
-Lo más importante de la música no está en las notas- eso es lo que decía Mahler, y tenía razón.